Esta es la historia de una familia que un día pensó que se podía hacer famosa haciendo gambas y ofreciendo vino dulce. Esta es una historia de tabernas, de Madrid, de ilusiones y de trabajo, de mucho trabajo. Empezó en 1906. Es la historia de La Casa del Abuelo.
Antiguo personal de La Casa del Abuelo
Parece que fue ayer cuando en 1906 el fundador de La Casa del Abuelo abría las puertas de su primera taberna en la calle Victoria 12: en pleno centro de Madrid. Nadie diría que han pasado 100 años desde entonces, sobre todo porque en nada ha cambiado. El tiempo no ha pasado por La Casa del Abuelo gracias a las 4 generaciones de una misma familia que ha querido respetar y mantener la autenticidad del negocio tratando, por muy curioso que parezca, de no evolucionar. En sus primeros años, La Casa del Abuelo empezó a ser famosa por sus rosquillas y su vino dulce. Y también por el amor de los camareros al local, quienes a pesar de no superar los 13 años a veces llegaban a dormir allí. Llegaron los años 20 y 30 y con ellos, la idea de su fundador de ofrecer bocadillos a sus clientes.
La Casa del Abuelo no sólo se convirtió en la primera taberna que vendía chorizo, anchoas o sobrasada dentro de un pan, sino que también consiguió algo mucho más difícil: vender más de 1.500 bocadillos en un solo día. Tan grande fue el éxito, que tuvieron que ampliar el horario abriendo de 9 a 3 de la mañana y la plantilla hasta llegar a 13 personas. Pero llegó la guerra civil. Y con ella la escasez de pan y el hambre. Había que reaccionar, por eso es en los años 40, época de posguerra, cuando sus dueños deciden introducir en el menú lo que más tarde se convertiría en el secreto de su éxito: las gambas. Por 1,60 pesetas te las preparaban a la plancha acompañadas de un vaso de vino. Se vendían solas. Más tarde, empezaron también a hacerlas al ajillo. De una manera o de otra, su sabor era
delicioso, tanto, que un día La Casa del Abuelo alcanzó la nada despreciable cifra récord de 306 kg de gambas a la plancha servidas en un solo día. Poco a poco, El Abuelo (como llamaba mucha gente al restaurante) empezó a ser conocido también fuera de España. Su fama llegaba tan lejos, que por sus puertas incluso empezaron a entrar políticos, actores o grandes escritores de la época. Famosos o no, todos los clientes de La Casa del Abuelo inculcaron a sus hijos la costumbre de ir a tomar el aperitivo allí, costumbre que se repitió generación tras generación y que hoy aun se mantiene. Comer lo mismo, en el mismo lugar donde lo hicieron sus antepasados. Quizás sea ésa también una poderosa razón por la que la costumbre después de 100 años, sigue viva.
El Ayuntamiento de Madrid premió a La Casa del Abuelo con la colocación de una placa de reconocimiento diseñada por Antonio Mingote para destacar el mérito de la permanencia, la fidelidad que han logrado de sus clientes y la vocación de servicio a la ciudad.
Los Restaurantes y Tabernas Centenarios de Madrid somos un ejemplo de gestión, sacrificio y trabajo continuado durante generaciones reflejado en la singularidad de nuestros establecimientos. Aquí, historia y cultura madrileña se unen al placer de un buen plato.