En sus primeros años, La Casa del Abuelo empezó a ser famosa por sus rosquillas y su vino dulce. También por el amor de los camareros al local, quienes, a pesar de no superar los 13 años, a veces llegaban a dormir allí. Llegaron los años 20 y 30, y con ellos, la idea de su fundador de ofrecer bocadillos a sus clientes.
Luego llegaron las gambas y de una manera o de otra, su sabor era delicioso, tanto que, La Casa del Abuelo alcanzó la nada despreciable cifra récord de 306 kg de gambas a la plancha servidas en un solo día.
Esto fue lo que pensó el dueño de La Casa del Abuelo en 1939, cuando la harina escaseaba en medio del final de una guerra civil. Se fue al mercado de la puerta de Toledo y compró varios kilos de gambas. A 35 ptas/kilo, obtuvo muy buenas respuestas de sus clientes, así que decidió seguir comprando gambas. Sin saberlo, estaba dando lugar a otra tradición de La Casa del Abuelo: la de que dos empleados, una vez al mes, fueran al mercado a pasar horas escogiendo las mejores gambas de Huelva y de Melilla.
Normalmente elegían gamba roja, pero alguna vez compraban gamba blanca. En cualquier caso, todas eran generosas en su tamaño y realmente jugosas. Después las trasladaban ellos mismos hasta la calle Victoria en cajas por kilos, ayudados de unos carros de mano. Una vez allí, las apilaban en una cámara congeladora llena de hielo picado también por ellos.
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